sábado, 15 de noviembre de 2008

EL MERCADO, SU DESPRESTIGIO EN EL PAÍS Y SU REVALORIZACIÓN EN LOS PAÍSES QUE SUFRIERON EL SOCIALISMO

Pocas cosas están tan desprestigiadas en Argentina, como la economía de mercado[1]; e inclusive, el propio mercado. Desde el arco que se define como "progresista", parece concebirse al mercado o a "los mercados" como una fuerza maligna que se impone o al menos intenta imponerse a los denodados esfuerzos de los gobernantes por procurar el bienestar del pueblo. Muchos piensan que la creencia en las virtudes de los mercados libres es una suerte de superstición, o un dogma. Son los mismos que creen en el dogma de la infalibilidad del Estado, y atribuyen los sistemáticos fracasos de la acción estatal a falta de probidad o de capacidad de los funcionarios, sin cuestionarse si no están esas frustraciones en la matriz misma del intervencionismo estatalNo debe reprocharse a los sectores populares que no conozcan el funcionamiento, las propiedades y las bondades del sistema de mercado, sino a nuestras clases cultas y políticas, cuya ignorancia es al respecto pavorosa. El repudio al mercado[2] se presenta como un signo de virtud moral y de avance intelectual, en contraposición a los impostores "neoliberales"।
No es de extrañar que con esa endeble base cultural, nuestra sociedad y la generalidad de los países latinoamericanos tropiecen siempre con las mismas piedras, atribuyendo luego del fracaso las culpas al mercado, al "neoliberalismo" –concepto mucho más amplio y difuso que el liberalismo, pues parece sintetizar todo lo maligno- o a conspiraciones externas.
Distinta es la opinión de los gobiernos y del pueblo en la mayoría de los países que tuvieron que soportar el comunismo. En 1990 un grupo de expertos económicos soviéticos presentó a Gorbachov, y a solicitud de éste, un plan ("The 500 Days Plan: Transition to the Market") en el que se destacaba:
"La humanidad no ha conseguido crear nada más eficiente que una economía de mercado...Su ajuste y su regulación automáticos tienen por objeto coordinar de la mejor manera posible las actividades económicas, utilizar racionalmente el trabajo, las materias primas y los recursos económicos y mantener en equilibrio la economía nacional".
El escritor, ex disidente y ex presidente de la República Checa Václav Havel
[3], dijo en 1993:
"Una economía de mercado...es la única economía natural, el único tipo que tiene sentido, el único que puede traer la prosperidad, ya que es el único que refleja la naturaleza de la vida misma. La esencia de la vida es infinita y misteriosamente multiforme y, por lo tanto, no puede ser contenida ni planificada en toda su plenitud y variabilidad por ninguna inteligencia central".Dado que el comunismo soviético fue el campo de pruebas de las teorías de Marx, es interesante oír la opinión de alguien que integró el Instituto de Economía Mundial y de Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de la URSS y Profesor de la Universidad Lumumba de Moscú[4]. El autor no abandona las categorías marxistas en su análisis, pero justamente esa circunstancia –más el hecho de que fue un hombre de absoluta confianza de los jerarcas- acrecienta el interés de su lectura. Las opiniones sobre el mecanismo del mercado de este autor –por lo demás, marxista convencido, al menos en la época que escribió estos párrafos - llenarían de estupor a muchos de nuestros progresistas:
"Es corriente, a partir de Marx, calificar a los mecanismos de regulación del mercado de "anárquicos" y "sumarios". Hay mucho de verdad en este juicio. Efectivamente, el mercado capitalista es anárquico en el sentido de que no tiene por encima de él ninguna autoridad directriz; es sumario, por cierto, en el sentido de que sus reacciones no constituyen el resultado de un análisis reflexivo del conjunto de la situación del mercado, ni una deducción lógica de este análisis. Sin embargo, esos dos puntos no testimonial la debilidad, sino, por el contrario, la fuerza de los mecanismos de mercado".
"Recordemos la fábula del ciempiés, que no podía andar cuando intentaba mover conscientemente sus patas".
"Tomemos, aún, el ejemplo del organismo humano; dispone de millones de células y cada una de ellas funciona. Imaginemos que usted trata de dar conscientemente una consigna a cada una de las células. Es evidente que ninguna podrá cumplir sus funciones y que usted mismo terminará muy pronto en el asilo".
"…En el terreno económico, el mercado se muestra como el mecanismo regulador de la sociedad. Se revela más elástico, móvil y apto para las reacciones rápidas que una burocracia, aun la más competente de ellas (sin hablar ya de una burocracia elegida únicamente según criterios políticos). Además, cuando las consignas burocráticas son dadas con varios años de adelanto, y constituyen durante un quinquenio una norma rígida, resulta imposible cualquier elasticidad en las reacciones económicas. Se puede, por cierto, aumentar los organismos encargados de la redacción e inflar las cifras: el resultado no tiene la menor posibilidad de reemplazar al mecanismo autorregulador que es el mercado" (pág. 136).

Otro especialista en la Unión Soviética, nacido allí y emigrado a Francia[5] y profesor de la Sorbona, destacaba que
"…desde 1930, la Unión Soviética conoce "dificultades temporales" de aprovisionamiento incluido el pan. En 1981-1982, la URSS compró 46.000.000 de toneladas de trigo al extranjero, y se manifestó resuelta a adquirir regularmente 35.000.000 de toneladas. Se organizó en el país una campaña para incitar a la población a "economizar el pan…Por aquel entonces, un senador norteamericano pronunció un discurso contra la desigualdad en Estados Unidos: un 70 % de las escuelas situadas en los barrios acomodados estaban equipadas con microordenadores, contra un 40 % en los barrios pobres". (pág. 131)
"…Todo el mundo aparenta. Los obreros aparentan trabajar bien, considerando esa ausencia de rendimiento como una compensación de su bajo salario, que, de todos modos, no les sirve para nada, puesto que en unos casos los comercios están vacíos y en otros ofrecen productos raros y de mala calidad" (pág. 133).
Esa carestía de productos de primera necesidad –propia de la destrucción de los mercados libres- fue acompañada por un enorme retraso tecnológico, al que se le dio –como ahora en Cuba- justificaciones ideológicas:
"El vicepresidente de la Academia de Ciencias, Yevgueni Velijov, explicó que el hombre soviético no tendría necesidad de poseer ordenador, puesto que la colectividad pondría un número suficiente de tales ingenios a su disposición". En una carta dirigida a un periódico norteamericano, el corresponsal de la agencia de prensa Nóvosti rechazó la afirmación de un retraso soviético en tal campo, limitándose a comentar: "Entre nosotros no hay demanda de ordenadores individuales puesto que no existe la empresa privada" (pág. 134).
Los teléfonos eran insuficientes, como lo fueron en Argentina bajo el régimen de monopolio estatal:
"El estado de la red telefónica soviética ofrece otra prueba de la inutilidad –desde el punto de vista de los dirigentes- de los ordenadores. En 1982 se contaba en la URSS con un teléfono por cada 10 personas, mientras que en Gran Bretaña, por ejemplo, se disponía de uno por cada dos o tres" (pág. 134).
Para aquellos que piensan que la corrupción es un subproducto del "neoliberalismo", y no advierten que es una consecuencia forzosa de la expansión del Estado, sería conveniente la lectura de estas líneas:
"La economía planificada y el sistema de penuria económica provocan la creación de mercados llamados "coloreados" (mercado negro o "gris" semilegal) que permiten cumplimentar el Plan…La existencia de un plan todopoderoso cuya realización es el primer deber del ciudadano soviético, hace de la corrupción a diversos niveles de la economía del país una necesidad y, por tanto, una virtud. No cumplimentar el plan es un crimen bastante más grave que sobornar a un funcionario o recurrir a los mercados "coloreados"…Al estar la economía planificada por entero, no hay un solo soviético que no se inscriba en el sistema de corrupción inseparable de la actividad profesional. La corrupción actúa como un lubrificante y permite el funcionamiento de un mecanismo que combina, por una parte, control total y permanente, y por otra, falsificación también total y permanente" (pág. 138).
La falta de perspectiva histórica, la carencia de memoria, la indulgencia con el marxismo y la acelerada exculpación de sus crímenes históricos, considerándolos desviaciones de un ideal, y no parte consustancial a él, han provocado un injustificado resurgimiento de su respetabilidad. Pero como los errores, por "buena prensa" que tengan, y por "políticamente correcto" que parezca no criticarlos, no dejan de ser tales, procuraré demostrar las ventajas –desde un punto de vista comparativo; ningún sistema económico y social es perfecto- de su opuesto: la economía de mercado.
[1] El hecho de que en los acuerdos comerciales con China, este país haya insistido en que se lo reconozca como una economía de mercado, no parece haber tenido mayor influencia en el progresismo local.
[2] Como si fuera una imposición de fuerzas ajenas a los propios individuos.
[3] Václav Havel, "Summer Meditations" (1993), citado por Samuelson-Nordhauss, obra citada, capítulo 15, pág. 271.
[4] Michael Voslensky, "La nomenklatura. Los privilegiados en la URSS", Editorial CREA S.A., 1981, Buenos Aires, impreso en España por Chimenos S.A.
[5] Michaell Heller, "El hombre nuevo soviético", Ed. Sudamericana-Planeta, 1985, págs. 130-135.

2 comentarios:

Agustín Eugenio Acuña dijo...

Muy bueno el post...

Pero...


¿no es simplificar decir que la corrupción "es una consecuencia forzosa de la expansión del Estado"?

¡Corrupción hay en todos lados!
(lo cual no justifica que esté mal, por cierto).

Julio Rougès dijo...

Agustín: analicemos las relaciones de causalidad.

Afimar que la corrupción es una consecuncia forzosa de la expansión del Estado no significa que todo caso de corrupción derive de la expansión del Estado. A título de ejemplo, el mareo es una consecuencia forzosa del consumo excesivo de alcohol, lo que no significa que todo mareo sea producto de una borrachera.
Por supuesto que corrupción hay en todos lados, pero la expansión del Estado conduce a que quede en manos de funcionarios, poco motivados, habitualmente mal pagados, y sin un interés propio en la decisión, favorecer o perjudicar a particulares o empresas.